Panero, el maldito acostado en el Parque San Telmo


Leopoldo Panero
Se marchó Leopoldo María Panero en silencio. Fue el último acto de rebeldía, tantas décadas de manicomio se merecían una escena que rompiera la imagen del loco que grita aprisionado por la camisa de fuerza. Porque, como contó en “El desencanto” (dirigida por Jaime Chávarri en 1976) “la locura no se deduce de la palabra, sino a nivel de gesto”, y Leopoldo María Panero vivió entre versos y gestos.
Se sentía el chivo expiatorio de una familia con cultura y talento. “Mi familia me ha convertido en el símbolo de todo lo que detestan de ellos mismos, pero que está más en ellos que en mí”. Todavía adolescente, tras su primer intento de suicidio, le preguntó a su tío “¿tienes drogas?”. Su tío llamó a la madre de Leopoldo y le dijo “lo peor no es que se haya intentado suicidar, lo peor es que se droga”. Según la versión de Leopoldo ahí empezó el odio a su madre, la escritora y actriz Felicidad Blanc, que lo internó en el sanatorio para curarlo.
Pasó la vida combatiendo sus demonios familiares. Por eso a los 16 años entró en el Partido Comunista, una forma de romper con la sombra de su padre, un poeta convertido al falangismo que había muerto dos años antes. En el club de jazz Borbón de Madrid conoció a Pedro Gimferrer que lo animó a escribir poesía. Ya escribía versos cuando lo detuvieron y lo acusaron de tráfico de drogas. “La cárcel es el mejor sitio por el que he pasado, allí descubrí mi homosexualidad que estaba latente”.

Y después de un siglo XX de exilio interior en manicomios ibéricos, el poeta llegó a Gran Canaria, quién sabe si buscando la isla donde está la playa en la que Campanilla abandonó a Peter Punk. “Peter Punk intenta en vano/ su amor explicar/ en una playa desierta/ campanilla lo dejó”. Por eso cuando salía del manicomio grancanario se iba a la terraza Nuevo Río del parque Santa Catalina. Allí lidió el poeta con limpiabotas, jubilados concentrados en las fichas del dómino y gentes que merecían la atención de su mirada perdida.

Después descubrió la cafebrería “El Esdrújulo”, una cafetería-librería que fundaron Vicente Díaz y Adolfo García. La amistad con Adolfo nació entre libros y vasos de leche. Por eso cuando Adolfo fundó su editorial “El Ángel Caído” no le costó convencer a Leopoldo para editar sus nuevos libros. A pesar de que en alguna charla Leopoldo llegó a decir que “en el Esdrújulo me echaron veneno en un vaso de leche”. La editorial canaria publicó en 2008: “Tango”, “Contra España y otros poemas no de amor” y “Esphera”, y en 2011: «Piedra negra o del temblar»,»El último hombre», «Dioscuros» y «El que no ve». Adolfo nos recordaba este jueves en La Ventana de Canarias en la SER cómo Leopoldo pasaba sus tardes durante varios años en la cafebrería «Esdrújulo» conversando con la gente y escribiendo poemas mientras se bebía diez o quince vasos de leche o de refresco.

Allí en el Esdrújulo conocí a Panero. Le compré a Adolfo el libro “Teoría del miedo” y Leopoldo me cobró por la dedicatoria un vaso de leche y me pidió que le comprara un libro de un poeta inglés que no recuerdo. Fue una conversación que dirigió Leopoldo, que iba saltando de nombres de poetas a filósofos sin darme tiempo a entender a quién correspondía cada cita. Me sentí tremendamente inculto y pagué gustoso su vaso de leche y el libro que se autoregaló.
La imagen de Leopoldo sentado en la calle Triana o acostado en un banco del parque San Telmo junto a un bolso negro se convirtió en parte del paisaje de la ciudad donde nació Galdós. Nos decía este jueves en la SER Federico Utrera (autor y editor del libro «Después de tantos desencantos. Vida y obra poética de los Panero»)que ojalá no se le ocurra a ningún concejal de la capital grancanaria acudir al entierro, cuando en los últimos años la preocupación municipal fue echarlo de esos bancos.

Lo más chocante era ver esa imagen en cada edición de la Feria del Libro. Mientras en las casetas algunos presentaban libros que sólo iban a leer familiares y amigos, uno de los poetas más leídos de las últimas décadas, un poeta premiado, traducido y recogido en antologías internacionales estaba acostado en el banco, con la mirada perdida. Una imagen chocante que me ayudó a entender algunos de sus versos : “No sabiendo si existo/ no sabiendo/ a solas no sabiendo, rodeado de flores pálidas/ que habitan el cemento/ y la áurea paloma a la que embisto/ sin saber todavía si yo existo”.

En twitter : @juanglujan

Aquí pueden escuchar el programa de La Ventana de Canarias de este jueves en el que le rendimos un homenaje a Leopoldo María Panero.

Acerca de juanglujan

Juan García Luján es periodista, de las islas Canarias. Ha trabajado en radio, prensa y televisión. Entiende el oficio de periodista como la posibilidad de informar, comunicar y reflexionar en alto. Todavía cree que es una profesión útil para la sociedad. Después de 25 años de oficio no confunde libertad de empresa con libertad de expresión.
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Una respuesta a Panero, el maldito acostado en el Parque San Telmo

  1. carmen dijo:

    Si fuera verdad, y yo lo creo, que existimos cuando nos nombran y recuerdan, tú has mantenido la existencia de Leopoldo María Panero durante años, mientras vivía, y ahora que ha muerto. Descanse en paz Leopoldo.

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