Política, ciudadanía y democracia. Antonio Morales*


Desde hace tiempo –aunque se ha producido una intensificación del mensaje desde la llegada de la crisis- los medios de comunicación más ultramontanos y el neoliberalismo más cerril andan metidos en una campaña intensa, muy intensa, en contra de la política, los políticos y lo público en general. Desgraciadamente, no son pocas las veces que otras voces más moderadas y democráticas (incluyo aquí a algunos humoristas resabidos y a izquierdistas resabiados, que tienen más culpa si cabe) le andan a la zaga calcando sus afirmaciones de que sobran muchos políticos, funcionarios e instituciones. Para todos ellos, en la política están los menos inteligentes, los más chorizos, los más ineptos y suma y sigue. Los funcionarios son, por otra parte, los trabajadores más absentistas, sus sueldos “se tragan” los ingresos de la administración y son todos unos gandules acomodados. Dice el sabio refranero español que en todas partes cuecen habas: lo perverso es la generalización. Para esta gente sobra una buena parte de la administración pública, auténtica rémora del crecimiento económico, que solo debe existir para, como decía hace poco un escribiente ultraliberal, “hacer bien lo que el sector privado no puede hacer, y nada más que eso”. Y para rescatar, claro está, con el dinero de todos a los lobbys que quiebren y a los bancos que nos estafaron hasta la extenuación y para hacer caer el déficit que produce todo esto sobre nuestras cabezas, nuestra seguridad, nuestro empleo, nuestras garantías sociales y nuestros derechos y libertades.

Y el mensaje va calando. No se diseñan las campañas, alterando cifras, datos y porcentajes, de manera gratuita. Sin darnos cuenta apenas nos van inoculando el virus del desafecto y el rechazo a la política, a las instituciones, a los funcionarios y a todo lo que huela a la gestión gubernativa estatal. Por eso no nos debe extrañar que, tras el paro y los problemas económicos, la tercera inquietud de la ciudadanía, según el último Barómetro del CIS sea la política y los políticos. Se suma este juicio a la encuesta encargada por El Mundo a Sigma Dos, donde se constata que los españoles consideran que Rajoy no está haciendo lo suficiente para adelgazar la administración pública, en sintonía con la línea editorial del periódico que pedía hace poco una disminución en todos sus niveles “ya que se come tres de cada cuatro euros”. También para Metroscopia, en una encuesta encargada por El País, el 62% de los ciudadanos cuestiona las instituciones y ocho de cada diez a la clase política.

Ante todo este caudal de intoxicaciones y de maniobras encaminadas a reducir lo público a la mínima expresión, un gran número de los que piensan lo contrario se achantan. Otros no cuentan con los espacios adecuados para expresarse. La ciudadanía se muestra resignada o marginada, cuando no indignada. Muchos intelectuales miran para otro lado…Bueno, afortunadamente no todos. J.M. Vallés y X. Ballart acaban de editar un libro valiente y arriesgado que cuestiona los tópicos y las estrategias encaminadas a poner chinitas a la democracia y sus instituciones. En “Política para apolíticos. Contra la dimisión de los ciudadanos”. (Ariel), participan además expertos en Ciencia Política de la talla de Joan Subirats, E. Anduiza, J. Botella, Q. Brugué, A. Casademunt, A. M. Fernández, F. Morata y S. Martí y se mojan en la profundización de las causas del desafecto, en aportar alternativas y en hacer una llamada a la participación de los ciudadanos al compromiso con la política y la democracia.

En la presentación de la publicación, J.M. Vallés, nos advierte que se está situando a la democracia en una posición de fragilidad y que se nos vende el fracaso económico como un “exceso de política”, lo que lleva a una des-democratización que entrega atribuciones políticas a autoridades no electas, agencias, bancos centrales, etc. Se trata de facilitar, además, una menor regulación pública de la actividad empresarial, la reducción de las cargas impositivas redistributivas y recortes de derechos y prestaciones sociales.

El libro es profundamente enriquecedor y, aún reconociendo desequilibrios, déficits de gestión, desorganizaciones, abusos sindicales que alimentan el desprestigio social, etc, no ahorra detalles para desmontar el entramado antidemocrático, como cuando nos dice que en España son algo menos de doscientas mil personas las que ocupan cargos electos o dependientes directos de los mismos; que las administraciones públicas tienen una dimensión inferior a las de la mayoría de los países avanzados; que tanto en presupuestos como en personas gestionan recursos equivalentes al 38% del PIB, mientras que la media para la EU-15 es del 46%, lo que hace que España esté en el penúltimo lugar de este ranking, la misma posición que alcanza en la clasificación de gasto público per cápita; que el personal al servicio del sector público en las administraciones ocupa a algo más de dos millones y medio de personas distribuidas en los tres niveles territoriales, lo que equivale a menos de un 15% de la población activa, porcentaje claramente inferior al de la media europea…

Esta obra no pretende ser, desde luego, un panegírico. Y por eso dedica buena parte de sus análisis a dar cuenta de los enormes lastres que arrastra un sistema al que la partitocracia imperante, instalada cómodamente en la alternancia de poder, no sabe o no quiere dar respuesta. Así nos refiere en profundidad cómo la política se ha ido apartando de lo que interesa realmente al ciudadano con promesas generosas, titulares llamativos, declaraciones de intenciones vacuas; de cómo se ha intensificado la lejanía entre los ciudadanos y la política, por lo que sería necesaria la búsqueda de la mejora de la representatividad; del enorme divorcio entre la sociedad civil y los partidos, convertidos en organizaciones profesionales, sumidos en una espiral de concentración de poder. Nos habla de la percepción de corrupción generalizada –para la ciudadanía la honradez se está convirtiendo en una excepción y no en la regla- pero que no es mayor que la que se da en otros ámbitos y que es magnificada por su utilización como arma política y por unos medios de comunicación que prefieren el conflicto y la estridencia frente a las noticias positivas (“la comunicación parcial o deficiente pervierte la visión de la política”). Nos habla del fraude continuo de las ideas y las promesas de los partidos, homogeneizados por el planteamiento neoliberal y por sus prácticas al servicio de los lobbies o grupos de interés, y que solo se diferencian en algunas “políticas simbólicas”. Y, por último, nos advierte acerca de la apropiación indebida de la política por parte de los políticos, en detrimento del resto de la sociedad y de la sensación de inutilidad que transmite la constatación de que el poder económico de las grandes empresas transnacionales supera al de los estados.

Pero no se queda en ello. Da alternativas. El individualismo más radical y el poder económico no pueden arrinconar a la política, que no merece convertirse en una innecesaria molestia sino en fabricante de sueños colectivos. Afirmar –dice- que la iniciativa ciudadana no sirve para nada es como reconocer que los avances de la humanidad han sido fruto del azar, por lo que es preciso construir lazos de confianza entre políticos y ciudadanía. “El desarrollo sostenible, la seguridad colectiva, la protección real de los derechos individuales y, en último término, garantías efectivas para la libertad, la igualdad y la dignidad de todos los habitantes del planeta” solo es posible desde una moral colectiva que comprometa al individuo con su comunidad ya que “cuando se denuncia el abandono del gobierno en manos de las élites y se reclama una intervención directa de los ciudadanos en la dirección de los asuntos públicos, un sistema democrático infectado por actitudes de desinterés, desencanto o repulsa ni se justifica o mantiene…Si los ciudadanos no sienten aprecio por el sistema de gobierno del que son responsables, no está nada claro que puedan conservarlo”. ¿Cabe alguna duda de que es de suma urgencia reclamar más política, más ciudadanía y más democracia?

*Antonio Morales es alcalde de Agüimes. Este artículo fue remitido a nuestro blog para su publicación.

Acerca de juanglujan

Juan García Luján es periodista, de las islas Canarias. Ha trabajado en radio, prensa y televisión. Entiende el oficio de periodista como la posibilidad de informar, comunicar y reflexionar en alto. Todavía cree que es una profesión útil para la sociedad. Después de 25 años de oficio no confunde libertad de empresa con libertad de expresión.
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11 respuestas a Política, ciudadanía y democracia. Antonio Morales*

  1. Sebastián dijo:

    Ufff. Que peligroso. Insultar desde el anonimato. Acusar a todos los políticos y políticas por igual.
    Confundir churras con merinas ,a lo mejor porque leen pero no comprenden muy bien lo que leen, y demandar política sin políticos (ja, ja, ja), la ideología es una mierda, da lo mismo la derecha que la izquierda, etc. Así nació el fascismo en Italia con muchos de sus miembros provenientes de la izquierda y así nació el nazismo. Así andan por ahí los camisas negras en Grecia. ¡Arriba d’ ellos!

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  2. Robayna dijo:

    Lo que nos faltaba, leer bastardadas de arremetimiento contra el pueblo, que además de soberano es muy civilizado, porque con la que está cayendo desde hace tiempo no veo a mis convecinos asaltando a los pobres políticos. Dedíquense a gestionar y no a criticarnos, ni veladamente merecemos sospechas. ¿Manipulación, dirigismo? De eso están ustedes bien enterados. ¿No son todos iguales? eso ya lo sabemos, lo saben hasta los niños chicos, pero que hacemos entonces ¿vamos al bar solo con la lista de corruptos que han salido a la luz y lo leemos en voz alta para exculpar al resto? Compromiso político real, eso es lo que falta en este país, por parte de los mismos políticos primero, y quizás después por parte de la ciudadanía, que repito, es más civilizada de lo que algunos creen, y menos manipulada también de lo que se cree, a pesar de los tremendos esfuerzos que hacen muchos por comernos el bolo en una dirección o en otra. Tengamos la fiesta en paz.

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  3. Ángel dijo:

    Muy triste esas palabras hacia la ciudadanía más crítica, y meter en el mismo saco a ultraliberales y a ciudadanos hartos ajenos a la manipulación es como poco patético. No le falta razón cuando apela a un compromiso ciudadano y al respeto hacia las instituciones como vías de conducción del bien común, pero la pierde por las formas del mensaje en conjunto. Si quieren que nosotros, los ciudadanos hartos de tanta ideología, de derecha o de izquierda, ultraliberal o macroeconómica, los tomemos en serio a todos ellos, repito, A TODOS, empiecen a hacer los deberes, que se empieza por pedir perdón al ciudadano por todo el daño que nos han infligido sin ningún pudor. Nosotros no queremos enemigos, queremos amigos en los que confiar, amigos y no amiguismo versus corrupciones, que es lo que la política ha venido practicando desde tiempos inmemoriables, y piden credibilidad. Y también patético meter en el mismo saco las quejas hacia el funcionarado, mezclando churras con merinas, patético. Es un dolor como ciudadano leer esto. Pidan perdón y hagan un esfuerzo verdadero por cambiar el actual estado de las cosas, y empezaremos a recular y a amarles sin perder la vigilancia que nos corresponde, derechos, deberes y moral para todos, democracia real y no un pasteleo con aires de terratenientes cabreados con la gente.

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    • juanglujan dijo:

      Estimado Ángel. No siempre coincido con Antonio Morales, pero en este artículo sí estoy de acuerdo con él. Dice usted «pidan perdón y hagan un esfuerzo verdadero por cambiar el actual estado de cosas». No le gusta a usted que Antonio Morales generalice al hablar de los ciudadanos pero ud hace lo mismo al hablar de los políticos. Seguramente después de tantos años en la alcaldía Antonio Morales deberá pedir perdón par algunos aspectos de su gestión, pero eso quienes lo saben son los vecinos de Agüimes. Quienes debemos cambiar el actual estado de cosas somos todos nosotros, no sólo los ciudadanos que llamamos políticos. Porque todos los políticos no son culpables ni cómplices de la corrupción, igual que todos los ciudadanos no son inocentes (muchas han votado a políticos sabiendo que eran corruptos). Gracias por su participación en este blog.
      Juan García Luján

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      • Ángel dijo:

        Muy bien, me puedo equivocar y lo asumo, cosa que no veo que hagan otros. Yo creo que es más grave generalizar hablando de los ciudadanos que hacerlo hablando de los políticos. Y sí, yo creo que el actual estado de las cosas debemos cambiarlo todos, y creo que este es un buen momento para ello, asumiendo todos nuestros errores, y no escondiéndose (creo, sinceramente, que el político se esconde más que el ciudadano común). Yo pido, es un deseo, que los políticos honestos luchen por nosotros y no contra nosotros. Gracias por su amable contestación.

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  4. ejenenacar dijo:

    Sr. Morales, continúa usted su cruzada, bastante patética por cierto, de intentar responsabilizar a la ciudadanía de cuantos males acontecen a la sociedad actual. En esta ocasión la acusa usted de formar parte de algo así como un contubernio judeo masónico neoliberal, que está consintiendo el desmantelamiento sistemático de las instituciones democráticas.
    No se preocupe usted, pues la ciudadanía, que no es tonta, tiene claro que los primeros y con más intensidad en padecer la falta de democracia son ellos mismos.
    Sigue usted, sin embargo, confundiéndose y confundiendo con sus escritos a todos y todas. No es la política el problema que percibe el ciudadano, sino los políticos, sus organizaciones y el chiringuito en que han convertido las instituciones públicas; obviando por completo, legislar para una efectiva fiscalización de lo público, en detrimento de la democracia misma.
    Son ustedes, los políticos, los que han degradado sistemáticamente las instituciones democráticas y continúan haciéndolo, salvo esas excepcionalidades a las que alude, fuera de la norma. Son ustedes, los políticos, los que en mayor medida han contribuido a la generalización de la corrupción social, desde las atalayas del poder delegado por un pueblo sediento de verdadera política y democracia participativa. Son ustedes, los políticos, los que han ninguneado reiteradamente la participación pública de la ciudadanía, colectivos sociales, organizaciones,…; dando permanentemente preferencia al capital y la élite social del 1%, a las que le han abierto de par en par las puertas de las instituciones públicas y continúan haciéndolo.
    Le han dejado el camino tan expedito, que la realidad actual de «crisis», nos revela claramente quienes tienen el poder real y quienes lo han consentido. Ese monstruo que han alimentado ustedes, los políticos, se les revela y es ahora cuando ustedes, los políticos, piden a la ciudadanía que no lo permita; patético como le decía.
    Es de extrañar pues, que sean los políticos y no la política, los que los ciudadanos perciben como el tercer problema del país. Sigo creyendo que la estadística es demasiado venévola. No se preocupe usted por su demanda, la ciudadanía en general, tiene claro que le corresponderá a ella nuevamente encauzar su destino.

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    • juanglujan dijo:

      Estimado Ejenacar, creo que usted, como el lector Ángel, comente una contradicción en su comentario. No le gusta que Antonio Morales generalice, y usted generaliza al meter a todos los políticos en el saco de la responsabilidad de la deteriorada situación social. Decía ya hace más de 2.000 años Aristóteles que «el hombre es un animal político», asi que las soluciones políticas a nuestros problemas pasan por todos nosotros, también por usted y por mí, no sólo por los que tienen un cargo de alcalde, consejero, presidente, ministro o lo que sea. Gracias por su comentario.
      Juan García Luján

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      • ejenenacar dijo:

        Sr. Luján, le invito a releer mi comentario y se dará cuenta de que también yo, al igual que el sr. Morales, acepto excepciones a la norma del comportamiento político. Lo que no quiere decir que conozca a ningún político que haya ejercido el desempeño de gestor de lo público, de forma íntegra; sólo que acepto que los haya. Digo esto, porque estoy bastante harto que se use esa excepcionalidad a la regla, para que todos y cada uno de los que a ella aluden, intenten calzarse ese corsé y así ahuyentar sospechas de sus actuaciones. Con lo que esa posible excepcionalidad a la norma, se imbuye de tal relevancia, que termina siendo lo verdaderamente importante y relevante, frente a la corrupción generalizada en las instituciones públicas gestionadas por políticos.
        Por otro lado, no puedo estar más de acuerdo con la definición del filósofo griego hacerca del hombre político. Por supuesto me considero un hombre político, mis comentarios rezuman política, mis intenciones demandan política y creo en la necesidad de más política, para una solución política de la actual crisis, de la que considero que es en su mayor parte una crisis política.
        Un saludo.

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  5. Marta Saavedra dijo:

    Excelente artículo y excelente libro. ¿Cabe alguna duda de que es de suma urgencia que los dirigentes asuman la situación? Libros y artículos como éste ayudan a poner algo de luz en el camino y comparto que el desprecio al sistema de gobierno sólo sirve para ponernos al borde del precipicio. Lo difícil no ha sido ir a la plaza a visibilizar la protesta, lo difícil es superar, desde la pobreza, el desánimo y la censura, el nihilismo de quienes miran hacia otro lado (intelectuales) y de quienes (dirigentes) siguen sin aportar las herramientas para superarlo…

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    • Robayna dijo:

      Amiga, el desprecio al sistema de gobierno lo practican ellos mismos con sus comportamientos (que es lo mismo que decir desprecio a la ciudadanía), y son también ellos junto a sus superiores (mercados, FMI y multinacionales) los que nos han puesto al borde del precipicio. Nosotros no tenemos tanto poder para desestabilizar nada, desgraciadamente, o al menos mientras creamos que no es posible. Un saludo.

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