Eladio Monroy es un tipo honrado


presentación morir despacio

No idealicemos a Eladio Monroy. No es un héroe que vuela entre los edificios para salvar a los débiles. No se mete en una casa ardiendo sin preguntar quién grita dentro para salvarlo del fuego. No. Eladio es simplemente un tipo honrado. Qué tiempos tan extraños en los que la simple honradez la llaman valentía, escribió el poeta ruso Yevgueni Yevtushenko, del siglo pasado, el siglo en el que nació y creció Alexis Ravelo.

Un sindicalista que muere en un accidente de tráfico una semana después de declarar en un periódico en contra del dueño de una empresa de seguridad que gana todos los concursos públicos. Una periodista (que había entrevistado al sindicalista) que muere ahogada en la playa donde se bañaba todos los días, un informático que trabajaba para el mismo periódico que la periodista y aparece muerto en la bañera de su apartamento, el padre del informático que no se cree la versión oficial del suicidio, el empresario que gana todos los concursos públicos y está dispuesto a utilizar a sus matones para mandar recados a quienes pretenden investigar sus negocios… Son ingredientes suficientes para construir una trama de novela negra.

Pero no son garantía de que te vaya a atrapar. Para eso hace falta tener el arte de construir un texto que te deja lleno de preguntas cada vez que cierras el libro porque tienes que hacer otras cosas. Y Alexis Ravelo logra que la trama enganche, que nos dé pie a soltar nuestra imaginación, a imaginar otros finales, otros caminos para los personajes. Sin recurrir a los elementos más adictivos: sexo y sangre, Morir despacio agarra al lector por el cuello con argumentos de hoy (crisis económica, corrupción, periodistas con salarios atrasados…) y de mañana (“Si usted quiere podría darse un chapuzón encima de un camino real sin salir de mi casa. Y aquí estoy. Indultado directamente en Consejo de Ministros. Así que fíjese si mis contactos están arriba o no”, dice el empresario corrupto indultado en la novela unos meses antes de lo previsto en la vida real).

Porque en esta última entrega de Eladio Monroy se vuelven a mezclar realidad y ficción. Ravelo vuelve a devorar prensa, radio y televisión, a digerir noticias que luego metaboliza y transforma en novela. Y se produce la terrible contradicción: las verdades oscuras que no logramos leer en la prensa se transforman en realidades transparentes en la novela. Como en el diccionario jázaro de Pavic que se cita al principio del libro: “La verdad es transparente y no se ve, la mentira es opaca y no deja pasar la luz ni la mirada”.

Es como si el autor tuviera una especie de filtro que limpia el agua de…, qué se yo, por nombrar una empresa de aguas, de Emalsa. Y toda la porquería que lleva ese agua no la viera nadie. O sólo se viera en…en Francia, por poner un país. Y de repente, Alexis Ravelo manda a Eladio Monroy a entrar en un edificio y descubre que se quiere pagar 5 millones lo que cuesta un millón. Pues eso, más o menos, sería lo que no se termina de contar en la prensa (ni lo contarán los actores políticos que no están dispuestos a morder la mano que dio de comer a la hambrienta campaña electoral) y entonces tendremos que esperar por la novela.

Acudí a la presentación de Morir despacio cuando no había leído el libro. La biblioteca Domingo Rivero se llenó. Casi un centenar de personas la víspera de un puente en la presentación de un libro, ¡y no regalaban nada! Es un fenómeno extraño que nos dice que Alexis Ravelo existe como escritor y es leído. Escuchando al público, entendemos que Eladio también existe, la mitad de las preguntas hablaban de él como si fuera un habitante de esta ciudad que en las novelas de Alexis Ravelo se transforma en un espacio de poderosos económicos que compran a políticos y a responsables de medios de comunicación. Se puede decir en contra de Ravelo que tiene poca imaginación, que no sale de su ciudad para escribir los libros. Pero se sabe que los grandes novelistas no salieron de su biografía.

García Márquez no salió de Aracataca (llamada Macondo en la novela) para sus Cien años de soledad. Pero el realismo de Alexis Ravelo no es mágico, desgraciadamente. Puede ocurrir que un día das una noticia sobre un personaje parecido al empresario retratado por Alexis Ravelo en Morir despacio. Puede ocurrir que el personaje te hace llegar un recado. Entonces tienes que elegir. Y en la vida real hay muchos periodistas que no son como Maite Díaz o Pilar, y sindicalistas que no son como Bruno Márquez. Hay muchos periodistas dispuestos a utilizar los medios para rendir homenajes a personajes como Marcial Navarro. Sus bajezas son necesarias para colocar en las alturas al golfo Navarro.

Luego hay otros, generalmente mal pagados (cuando les pagan) que no se prestan al juego de la mentira. Pero uno cree que el futuro es de estos últimos, que no son héroes, que simplemente consideran que hacen lo que deben, que creen que deben ser honrados. Si algún día alguno de estos últimos aparece con las piernas partidas, vuelvan a leer Morir despacio. Entiéndase la frase anterior como metáfora. Aunque también podría valer como salvoconduto o pista del futuro. Por eso, porque queremos tener futuro, decimos (después de leer Morir despacio) que Eladio Monroy no debe morir, ni despacio ni rápido, debe saberse que los honrados no son héroes, pero en este país volcánico que nos tocó vivir son pocos e imprescindibles.

P.D.:Fotografía de la presención de Morir despacio en el Museo Domingo Rivero. De izquierda a derecha Alexis Ravelo, Javier Doreste y Juan Manuel Brito.

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Acerca de juanglujan

Juan García Luján es periodista, de las islas Canarias. Ha trabajado en radio, prensa y televisión. Entiende el oficio de periodista como la posibilidad de informar, comunicar y reflexionar en alto. Todavía cree que es una profesión útil para la sociedad. Después de 25 años de oficio no confunde libertad de empresa con libertad de expresión.
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