Fue una despedida especial. Una misa que no parecía un funeral. El cura comenzó el sermón contando un chiste y nombrando El libro de los abrazos de Eduardo Galeano. El escritor uruguayo escribió: “Recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón”. Por lo que se ve, Sergito, pasaste por el corazón de mucha gente, porque en la iglesia de Santo Domingo no cabía nadie más.
La Agrupación Gran Canaria Musicán, dirigida por Emilio López (“Emilio el cabozo I de Gran Canaria y II de Tenerife” bromeaba en bueno de Emilio con unos amigos al final de la misa), le puso música a tu despedida. A mí, Sergito, estas misas me preocupan más que las tradicionales, porque la iglesia puede ganar los afiliados que va perdiendo con tanto mensaje antiguo, pero esa discusión la dejamos para otro día que no quiero que Margot se me enroñe.
Hasta el altar llevaron tres símbolos relacionados con tu vida: una guitarra (diste tantas alegrías con la música como con los chistes), un cachorro de cerámica hecho por tus manos (símbolo de la tradición que difundiste) y tres velas por tanta luz que tu presencia siempre traía. En el altar conté por lo menos siete curas y entre la gente los de la orden del cachorro, viejos tendereteros, gente de Cuasquías, Mari Sánchez, muchísima gente del mundo de la cultura popular… ¡Bien de gente, Sergito, en tu misa de despedida!
Mira Sergito, voy a intentar no ponerme triste. Después de la misa le recordé a Margot e l potajito que me prometiste la última vez que los vi en la playa de Agaete. Me dijo que sí, que la promesa sigue en pie, que aunque tú fuiste el que insistió en la invitación ( ella también le puso ganas, no seas malpensado) lo iba a hacer ella. Así que la veré en San Mateo y tengo la impresión de que estarás muy presente en ese encuentro. Lo dicho, adiós tristeza, aunque te echaremos un montón de menos. Hasta siempre Sergito.