Los niños robados

Como si fueras un caballo o una vaca en una exposición y venta de ganado. Así es como se sentían los niños de la Casa Cuna de Tenerife los días que tocaba “exposición”. Esa jornada te levantaban más temprano, te lavaban, te ponían ropa limpia y te llevaban al despacho de la madre superiora. Allí colocaban a las niñas en fila y llegaban los señores, normalmente gente del régimen, matrimonios de familias decentes y misa los domingos y fiestas de guardar. Abrían las bocas de las niñas para ver sus dientes, les tocaban el pelo y les levantaban la falda para asegurarse de que no tenían las piernas torcidas. Liberia que fue robada de la Casa Cuna de Tenerife cuando tenía 8 años, dice que aún recuerda el olor a tabaco de las manos de los compradores o ladrones de chiquillos.

Cada dato de la vida de Liberia añade dramatismo a su historia. Su padre fue asesinado por los falangistas cuando ella estaba aún en el vientre de su madre. La mujer se vio sin sustento y se casó con un hombre que no quería bebés de otros en la casa. Liberia fue ingresada en la casa cuna y allí la visitaba su madre, con la promesa de recogerla cuando llegaran tiempos mejores. Pero los tiempos siempre fueron peores. Liberia recuerda cómo las monjas maltrataban a las chiquillas si se meaban en la cama, cómo se repetían los días de exposición con las visitas de matrimonios bien vestidos que finalizaban con una niña menos en la fila, cómo cuando tenía ocho años una monja la encerró en un cuarto y le dijo que a partir de ese día se iba a llamar María Nacher Guerola, que iba a ser hija de un matrimonio de Alicante, y Liberia recibió golpes en la cabeza hasta que la monja escuchó en alta “Soy María Nacher”. Y la nueva niña María Nacher creció escuchando el desprecio de los nuevos padres: “con lo que nos has costado podíamos haber comprado una piara de cerdos”. Era un matrimonio mayor que maltrataron a Liberia, y la trataron como a una sirvienta.

Hay otras historias, con padres que adoptaban más cariñosos, más entregados y con madres biológicas más o menos con el mismo perfil, madres solteras despreciadas por su p por quedarse embarazadas sin haberse casado, matrimonios jóvenes e inexpertos que les decían que el niño había nacido muerto pero no les enseñaban el feto para no traumatizarlos o que les enseñaban un bebé fallecido el día anterior. Los padres biológicos eran personas de clases bajas o desafectas al régimen, los padres que compraban los niños en los hospicios o las clínicas solían ser militares, grandes empresarios o personas que nunca tuvieron una mancha para la iglesia o el Estado.

Hubo miles de historias como las de Liberia en España. Unas lo saben, otras lo sospechan, otras sólo conocen la última parte de su vida, otros sólo conocen el hospital dónde nacieron o el hospicio donde fueron entregados. En el año 2008 una mujer pidió ayuda al sociólogo Francisco González Tena, quería localizar a su hermana biológica que fue robada al nacer en una maternidad de Madrid. Un tiempo después la hermana fue localizada en Alemania. El caso conmovió al sociólogo cordobés que decidió continuar sus investigaciones. La primera investigación fue entregada a la Fiscalía General del Estado. Hace menos de un mes el Fiscal General del Estado se reunión con todos los fiscales provinciales y les ordenó que respaldaran las investigaciones sobre los casos de niños robados en España. Los jueces han recibido ya denuncias de 162 casos en los que se han apreciado indicios delictivos, otros 38 fueron archivados. En estos momentos se trabaja sobre casi 900 casos, pero Conde-Pumpido reconoce que cada día llegan más. González Tena recibe cada semana en su correo electrónico más de una decena de casos nuevos. El fiscal general considera que estamos ante tramas organizadas de ventas y robos de niños.

Sería difícil cuantificar cuánto dinero hubiera costado al Estado la investigación que ha llevado por su cuenta Francisco González Tena. Este antiguo militante de Comisiones Obreras en los tiempos de la lucha contra el franquismo está recorriendo archivos públicos y privados, de diputaciones, cabildos y de la iglesia para recabar datos que puedan servir para descubrir cómo se vendían o regalaban niños durante los años del franquismo y la primera década de la democracia. Hijo de republicanos, González Tena asume que la historia de España la escribieron los vencedores pero reivindica el derecho a escribir nuevas páginas que nos acerquen a la verdad de lo que pasó, para dar a las víctimas el derecho a conocer su propia historia, aunque ya la mayoría de los verdugos están muertos y sea imposible de reparar los daños.